Los ingenieros de la Evolución ha pasado millones de años transformando un pez para darle la naturaleza del pájaro. Su chasis fue cada vez más ligero y, a la vez, resistente. Su cuerpo, además, debería encajar una mayor generación de calor por el elevado consumo energético. Y sus plumas no pueden empaparse durante el vuelo. Lo que Darwin calculó en miles de generaciones, en Promega lo hemos resuelto de un plumazo para nuestro cliente Centum, especializado en tecnología punta de comunicaciones para salvamento y rescate desde el aire.

El proyecto consistió en fabricar la carcasa de un equipo de geolocalización de teléfonos móviles desde el aire. El equipo, denominado Lifeseeker, está emplazado en todo tipo de medios aéreos, desde helicópteros y aviones hasta drones, por lo que las cualidades de la carcasa debían ser muy específicas y precisas. Tomando como punto de partida las cualidades naturales de las aves voladoras, la carcasa debía ser extremadamente ligera para ser transportada desde un dron. Debimos encontrar el equilibrio entre el poco peso y la resistencia necesaria para operar con garantías. Este elemento, además, tenía que tener capacidad para disipar el calor generado en el interior y, al mismo tiempo, mantener un estado perfectamente hermético para impedir la entrada de agua y de este modo operar en emergencias ante cualquier circunstancia climatológica.